Amparo Poch y Gascón, una vida de lucha contra las desigualdades

Para este segundo reto del curso "Fundamentos de igualdad entre mujeres y hombres", quería hablar de alguien originario de mi barrio en Madrid, Vallecas. Aunque no encontré a nadie nacido allí, descubrí a una figura que, aunque vivió y trabajó en el barrio de manera temporal, dejó una huella importante gracias a su fuerte compromiso con la clase trabajadora. Se trata de Amparo Poch y Gascón, una destacada médica, feminista y anarquista, que jugó un papel crucial en la lucha por la igualdad de género y los derechos de las mujeres trabajadoras.

Natural de Zaragoza (1902), quería estudiar Medicina, pero debido a la oposición de su padre –quien consideraba que «no era una carrera adecuada para una mujer»–, se vio obligada, como muchas otras mujeres de su tiempo, a estudiar Magisterio. En 1922, después de obtener su título de maestra, se inscribió en la Facultad de Medicina de Zaragoza siendo la única mujer entre los 435 estudiantes de nuevo ingres. La Medicina era una carrera tabú para las mujeres, vetada tanto por las rígidas estructuras patriarcales como por las implicaciones religiosas. La maternidad, bendecida por la Iglesia y la sociedad, definía el papel esencial de la mujer, alejándola de otras profesiones. Este contexto hizo que el camino de Amparo fuera difícil, enfrentando el desprecio de compañeros y profesores, quienes veían su presencia en la facultad como una transgresión de las normas sociales y religiosas de la época.

Desde el inicio de su vida académica, Poch desafió las normas tradicionales, defendiendo el papel de las mujeres en la sociedad y promoviendo su emancipación a través de la educación y la salud. En un contexto dominado por organizaciones católicas, su participación en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes de 1923 fue una señal temprana de su compromiso con la justicia social. Su activismo no se limitó al ámbito universitario; desde la prensa local, abogó por los derechos de las mujeres trabajadoras y comenzó a esbozar las bases de lo que sería una vida dedicada a la defensa de los derechos de la mujer, especialmente en cuestiones de salud.

En su clínica para mujeres y niños en Zaragoza, Poch ofrecía atención médica especialmente destinada a las mujeres obreras, una población desatendida. A su traslado a Madrid en 1934, continuó su labor con una clínica en Puente de Vallecas () y, además, participó en la Mutua de Médicos de la CNT, convirtiéndose en pionera en la difusión de métodos anticonceptivos cuando presidió el grupo Ogino. Su visión abarcaba la importancia de la salud preventiva y la lucha contra enfermedades sociales como la sífilis y la tuberculosis, las cuales afectaban desproporcionadamente a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Un aspecto notable de su vida fue su implicación en la organización anarcofeminista "Federación de Mujeres Libres", que llegó a contar con veinte mil afiliadas. Junto a Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada, fundó la revista "Mujeres Libres" en 1936, donde publicó tanto textos científicos como ensayos feministas. Sus contribuciones en esta publicación incluyen artículos sobre puericultura, medicina social y literatura, así como los famosos episodios humorísticos del "Sanatorio del Optimismo", un innovador programa de divulgación de salud que combinaba elementos de entretenimiento con la promoción del bienestar.

Durante la Guerra Civil Española, su compromiso con la causa anarquista y los derechos humanos se profundizó aún más. Fue consejera médica del Consejo Nacional de Asistencia Social bajo el Ministerio de Sanidad, dirigido por Federica Montseny, y dirigió los Hogares Infantiles. Además, fue responsable del Casal de la Dona Treballadora en Barcelona, promoviendo la formación profesional de las mujeres para que pudieran ganar autonomía en medio de la guerra. Su labor también se extendió a la organización de Brigadas de Salvamento y la evacuación de niños, ancianos y heridos durante los últimos meses del conflicto.

Amparo Poch pasó la segunda mitad de su vida en el exilio en Francia, donde continuó trabajando como médica y activista en defensa de los refugiados, colaborando con la Cruz Roja y con la Solidaridad Internacional Antifascista (SIA). En el exilio, nunca dejó de luchar por la causa libertaria y por los derechos de las mujeres, contribuyendo a publicaciones anarquistas y apoyando a los refugiados españoles hasta su muerte en Toulouse en 1968.

A lo largo de su vida, Amparo Poch no solo desafió las convenciones de género y clase, sino que también dedicó su carrera a mejorar la vida de las mujeres y los sectores más desfavorecidos, demostrando que la lucha por la igualdad debía ser integral: desde el acceso a la salud hasta la educación y la emancipación social.

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